Esta es la transcripción del segundo episodio de un ejercicio de podcast que inicié recientemente. El audio se puede encontrar en las diferentes plataformas de podcast, incluída Spotify, como “Un día cualquiera”. Lo transcribo porque me gustó mi propia historia que descubrí por coincidencia y porque es un pequeño homenaje a mi padre.
9 de julio de 2020, un dia cualquiera. cuarto mes de una cuarentena que parece que ya no existiera.
Por el mismo desparche de estos días y por el simple hecho de empezar a hacer más participativo este... Intento de podcast, decidí hacer una pregunta por Instagram... ¿sobre qué podría hablar en este episodio?
Recibí varias respuestas que me gustaron, incluso me decidí por un tema: los Tweets Urbanos. Los Tweets Urbanos son fotografías de paredes rayadas en la calle que dicen algo llamativo. Son grafitis con contenido. Y quería hablar de eso, ya estaba decidido, pero hoy mientras cocinaba caí en la cuenta de algo y cambié de tema.
Hace poco me preguntaron por qué me gustaba tanto escuchar podcast y di muchas vueltas para responder, hablé de la diversidad de temas que se encuentran, de la practicidad del formato, de lo útiles que son y hasta de lo bueno que es sentirse acompañado mientras se escucha una historia o se aprende sobre algo nuevo, pero nunca me imaginé que mientras cocinaba iba a encontrar una relación mayor entre los podcast y mi papá.
¿Qué tuvo que ver mi papá, que murió hace casi 11 años, con mi gusto actual por los podcast?
No sé si esto que voy a contar aquí realmente tenga relación, pero yo quiero creer que sí, porque quiero sentirlo como un pequeño legado que me dejó mi viejo.
Uno de los principales recuerdos que tengo de mi papá es verlo en las noches parado en el balcón. Cualquiera pensaría que se quedaba ahí, inmóvil por horas, divagando o simplemente haciendo tiempo para irse a dormir, pues siempre esperaba a que mi mamá se durmiera primero, para no interrumpirle ese espacio previo al sueño que algunas personas tienen que tener para por fin caer profundos.
La posición era siempre la misma: la mirada alta, las manos atrás y unos pasitos a lado y lado recorriendo el balcón cada 10 o 15 minutos. Pero había algo adicional imprescindible para él: su compañía sonora. Un pequeño radio de bolsillo, delgado, análogo, fácil de manejar y con sus respectivos audífonos.
Mi viejo se la pasaba horas en la noche con ese radio, escuhando programas de opinión o emisoras de música clásica. Eso de la música clásica lo vine a descubrir tiempo después cuando en una de esas noches le pregunté qué escuchaba, esperando recibir cualquier tipo de respuesta, menos música clásica, nunca me hubiera imaginado que le gustaba ese género, pues jamás lo había mencionado.
Y algo que tampoco había notado era lo importante que era ese radiecito para él. Lo cuidaba como un tesoro y cada que llegaba de trabajar seguía el mismo ritual: se cambiaba de ropa, veía el noticiero de las 7, cenaba y sacaba de la mesita de noche ese pequeño tesoro que captaba señales en A.M. y F.M. para ponerse a hacer cualquier cosa en la casa, porque mi viejo fue de esos que también le metía el hombro a las labores del hogar. Eso sí, siempre "conectado", pues así le decía mi mamá con tono amoroso: ya te vas a conectar, refiriéndose al hecho de ponerse los audífonos.
Un detalle que siempre me llamó la atención es que mi viejo, buscando ser más práctico, modificó una pequeña bolsa de cuero para guardar ahí su radio y la convirtió en una especie de canguro que se colgaba al cuello para que el aparitico le quedara más o menos a la altura del pecho, y así lo podía manipular más fácil y evitar que el cable de los audífonos se le enredara. Eso, en mi edad más infantil, me pareció de lo más ingenioso.
Y aquí es donde encuentro la relación: mi papá estaba conectado a su radiecito buena parte del tiempo, siempre lo tenía para hacer cualquier labor en la casa y para acompañar sus noches antes de irse a dormir. Y yo me descubrí igual, con la cuarentena he aumentado el consumo de podcast y hoy en la cocina me di cuenta que estaba igual que él, conectado a unos audífonos y tal vez reemplazando el radio por un celular, pero de la misma forma buscando esa compañía mientras iba haciendo otras cosas. Y me di cuenta que es algo que ya tengo interiorizado, que es totalmente normal para mí y que me siento incómodo cuando no estoy conectado mientras trabajo en algo de la casa, sea cocinando, haciendo aseo o simplemente pasando el rato.
Quiero creer que es así, que es un comportamiento adquirido y que esa misma acción es la que hoy en día quiero emular como una pequeña herencia para justificar esa relación entre mi viejo y el gusto por los podcast.
Yo soy Pablo Rendón y en redes sociales pueden encontrarme como @prendon. Esto fue, un dia cualquiera.