Adiós mi viejo

PAblo ®
4 min readSep 22, 2021

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Doce años después el sentimiento está latente, la ausencia irónicamente no ha dejado de estar ahí. Cada 22 de septiembre la película se devuelve y es como revivir paso a paso lo que sucedió ese día.

Me dicen que hay que superarlo, dejarlo ir y resignificar este día. No sé si sea algo cultural o simplemente que me niego a hacerlo, pero para mí es la forma de recordarlo, aunque eso lo haga cada día desde hace 12 años.

Esto fue lo que escribí en esa sala de velación tan fría como la sensación que tuve cuando me enteré de la noticia. Esto fue lo que leí en la iglesia, en medio de un montón de caras que compartían mi tristeza.

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Después de recibir tantas condolencias de familiares y amigos, me doy cuenta de que definitivamente no estaba equivocado y compruebo que la bondad, la inocencia, la paz y la humildad que mi papá le transmitía a cada persona con la que hablaba eran únicas.

Mi viejo no fue una persona con un arca de amigos, pero es un hecho que quien lo conociera, automáticamente identificaba en él a un hombre serio, responsable, honesto y sobre todo, entregado a su familia.

Jesús María Rendón Ortiz dedicó su vida a servir desinteresadamente, y a estar siempre pendiente de su esposa y su hijo. Si bien no fue hombre de recursos económicos, fue un hombre rico en recursos espirituales. Siempre supo aceptar las alegrías y las tristezas de manera notable, con total dignidad y poniendo ante todo sus valores.

Y es que precisamente esos valores son los que ahora, por fortuna, yo he heredado de su parte. Pues el solo hecho de estar derramando mis lágrimas mientras escribo y leo estas líneas, es un indicador claro de que mi viejo me dejó y nos dejó a todos, una lección y muestra de serenidad, respeto y ante todo sensibilidad.

Fue fuerte, prueba de ello es la valerosa batalla que libró con esta horrible enfermedad; fue paciente, pues cada procedimiento médico lo aceptó con resignación; fue muy espiritual, pues cada dolor se lo ofreció a Dios y cada momento de mejoría lo agradeció de igual forma; fue tolerante, pues a pesar de las dificultades nunca se lo oyó una mala expresión por su situación. Pero ante todo fue un hombre ejemplo, que dio muestras de cómo es que debemos afrontar todas y cada una de las pruebas que la vida pone en nuestro camino.

Y así como él fue fuerte y llevó su cruz con dignidad, quiero aprovechar este momento, para ofrecerte a ti, mamá, la continuidad de su legado y decirte que con la misma dignidad y fortaleza vamos a llevar juntos la pena de su ausencia y aunque lo vamos a extrañar, también vamos a celebrar el hecho de que ahora, nuestro querido Chuchito está en el cielo, junto a Dios, recibiendo el premio por haber sido el ser único que durante toda su vida fue y por sacar adelante a esta pequeña familia que tanto lo recordará como el mejor de todos.

Mi viejo: ganaste, ganaste la batalla y contra cualquier pronóstico me diste el mejor regalo de todos: acompañarme en un momento tan importante de mi vida como fue haberme hecho un profesional. Hace tan solo seis días estábamos a unos cuantos metros de este lugar, disfrutando y gozando por algo en que fuiste una pieza clave. Nunca voy a olvidar ese regalo y ese acto de fortaleza de tu parte y sé que te vas orgulloso por haber dejado a una madre con un hijo profesional que se sienten igual de orgullosos por haber tenido un esposo y un padre tan maravilloso.

Tampoco voy a olvidar cada momento que vivimos juntos, desde niño cuando jugábamos, hasta ahora cuando hablábamos y disfrutábamos un viaje, una comida o un simple programa de televisión. Así mismo estoy seguro que mi mamá no va a olvidar un solo momento de aquellos en los que lo único que hiciste fue preocuparte por hacerla feliz.

Llamadas, abrazos, besos y palabras de fortaleza, son un aliciente para refugiarnos en todos nuestros familiares y amigos y seguir recorriendo de la mano de ellos el camino que ya terminaste con creces y que ahora debes disfrutar en ese lugar que tanto mereces.

Quiero aprovechar para agradecer a todas esas personas que de una u otra forma siempre han estado pendientes de cómo evolucionó la situación de mi querido viejo y a todos quiénes se han hecho presentes en este momento tan duro para nosotros.

Papá, amigo, mi viejo, Chuchito, Jesús, te quiero dar infinitas gracias por haberme dado la vida y por enseñarme a vivirla de la mejor manera, la correcta, la de bien, la de la paz, la del amor, la de la nobleza. Solo te pido que nos esperes, no te puedo decir cuándo, pero yo se que más adelante vamos nuevamente a estar los tres juntos, disfrutando el uno del otro y de esta maravillosa familia que con tu humildad, esperanza y fortaleza construiste.

Te amo papá y nunca voy olvidar ni una sola de tus enseñanzas.

Siempre orgulloso de ti, tu hijo Pablo Rendón

Septiembre 23 de 2009

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